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Mostrando entradas de 2015

Viuda negra

Lo más duro que hice en mi vida fue renunciar a lo que quería. No volveré a hacer algo así. Jamás. Contemplo horrorizada el líquido rojo brotando a borbotones del cuerpo de la anciana. De repente me parece mucho más mayor de lo que recordaba. Sin maquillar, sin peinar, sin aliento; una gran mujer, dueña de su casa. Bien arreglada, muy elegante, ocultando en todo momento esos años de más. Yo la había creído siempre una mujer muy fuerte. La envidiaba. La envidio. La respetaba, la admiraba. Ahora no sé muy bien lo que siento. Me parece poco más que un despojo ensangrentado. Pesa demasiado. Grito. Se me resbala de las manos. La sangre es abundante ya. Cae de mi regazo. El cuchillo sigue clavado en su espalda. O tal vez sea un abrecartas, no estoy segura. Sí, desde luego parece un abrecartas. Fue lo único que pude encontrar. Choca ruidosamente contra el suelo, de costado, acompañada de un sonido de chapoteo, salpica en el gran charco de sangre, me pone perdida. Me miro las manos empa

A los ojos de Lucía

–¡Mamá! ¡Mamá! ¡En la pista hay un hombre corriendo detrás de nosotros! En la pista hay un... ¿Cómo? Me asomé rápidamente a la ventanilla, pero el ala del avión me tapaba la vista y para cuando aterrizamos del todo, no vi nada. Me juego esa alianza que nunca me regalaron a que se lo había inventado el niño. Ni si quiera sé por qué le hice caso; ese crío llevaba gritando chorradas desde que despegamos: «¡Mamá! Esa azafata lleva la falda muy corta», «¡Mamá! ¡Mira! Ese señor es como el de las bombas que dijeron en la tele», «¡Mamá! ¡Mamá! ¡Esa nube me está mirando!», «¡Mira! ¡Mamá, mira! Mira la de humo que sale del motor». Mamá, mamá, mamá, mamá... En el vuelo tuvimos más de un percance con ese maldito mocoso, pero a su madre no le importaba lo mas mínimo. Hacía rato que se había puesto los cascos y pasaba rotundamente del enano. Y cuando veía que no le hacía caso, se enfurruñaba y me daba patadas en el asiento. No me malinterpreten, me encantan los niños. No los odio. No mucho. Cre

SMS

Redactar Para:   Enviar a todos mis contactos Introducir mensaje: (15:06) Xfiiiiiiiin!! Ya tengo movil nuevooooo!! Bandeja de entrada (08-09-2014) Tata (15:15) Ya puedes cuidarlo bien. A mí no me comparon uno hasta los 18! Este finde nos vemos hermanita :) + 555 35 79 08: (15:23) Genial!! Enorabuena guapa! Lidia hermana Jorge: (15:24) :D Bien! Jorge Castro: (15:40) Ya era ora maja! K llebas asi como medio mes incomunicada :P Mama: (15:44) Por ahora. ¡Qué poco has tardado en encenderlo! Pero ya conoces las normas. Con moderación. Lo primero los estudios. En cuanto vea que te pasas piérdete de él. (15:45) Despídete*        Re: Que siiiiiii mama + 555 44 71 89: (17:00) pues ok.        Opciones: Bloquear contacto Tía Tecla: (17:32) ¡Qué bien cariño! Así podremos escribirnos ;) David< 3: (20:19) Bestial princesa! haber si asi kedamos + no?? Te e echado d - quiero vert!!        Re: y yo:) Enlace de compra (Amazon)

¿Cuál es la buena? ¿La de cal o la de arena?

Reconozco que estaba nervioso. Si dos o tres años antes me hubiesen dicho que acabaría a las tantas de la madrugada en la entrada de un pub apagado y oculto entre las calles más remotas de un barrio apartado y poco recomendable de los suburbios de Cardiff, esperando a una cita misteriosa con quien apenas había charlado un par de veces... bueno, la verdad es que sí que me lo hubiese creído. Estuve esperando hasta media noche, apurando una jarra de cerveza fría que no me llegué a terminar. Me aferré bien la gabardina al cuerpo cuando una ráfaga de viento me envolvió, helándome hasta los huesos. Todo estaba muy oscuro. Apenas se distinguía la tenue luz del farol que alumbraba el interior de la taberna. No había luna ni estrellas. Cuanto más tiempo pasaba, más fuerte era mi deseo de volver a casa; pero en el fondo de mi corazón no abandonaba la esperanza de que apareciese. Como ya he mencionado, estuve esperando hasta media noche, momento en que me resigné y me fui. Tardé más de

El médico

El médico entrelazó sus manos, pensativo. Los papeles que debía firmar estaban repartidos por el escritorio de su despacho. Horas pudo pasar inmóvil, con los ojos cansados, fijos en las letras pero sin llegar a leer nada. No tenía fuerzas, o tal vez no tenía ganas. Pero el médico no podía hacer otra cosa. Pensar y pensar. A veces en algo, otras veces dejaba la mente en blanco y no pensaba en nada. No obstante, la pereza, la sensación de pesadez, no desaparecían. Y continuaba quieto, recostado sobre su mesa. Enlace de compra (Amazon)

Craco

Feliz año nuevo. Era una de esas noches de rasca en las que el frío se te pega a los huesos y no te abandona, pero eso no evitó que todo el pueblo se reuniese en la plaza para celebrar conjuntamente el nuevo año. Los jóvenes habían repartido hogueras por los alrededores, donde se arremolinaban los niños y ancianos para calentarse. Recuerdo a mi abuela, sentada en su butaca y bien envuelta en su chal, con las piernas tapadas por una colcha que compartía con sus amigas. Las ancianas reían y charlaban, algunas cosían y la mayoría bebían, como el resto del pueblo. Mi madre y mi tío bailaban juntos en medio de la plaza, mientras los vecinos les aplaudían y animaban en corrillo a la pareja de hermanos. Era bonito ver a mi madre divertirse así, como ya no solía hacerlo desde la muerte de mi padre. Además, eran los mejores bailarines del pueblo; al ser mellizos, tenían la misma edad, y para más inri la misma altura y un aspecto muy similar. Los faldones de mi madre se balanceaban con