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Mostrando entradas de mayo, 2016

Arturito Oller Carvajo

La campanilla que colgaba sobre la puerta de la entrada sonó y advirtió a Carmen de que alguien había llegado a la casa. De haber sucedido apenas unos minutos antes no la hubiese escuchado, ya que tenía la escandalosa campana al máximo rendimiento sobre la vitrocerámica mientras faenaba. Pero era su primer día de trabajo como asistenta del hogar y tenía la comida lista y la mesa puesta justo a tiempo, preparada para el pequeño Arturo, que llegaba exactamente a las tres en punto del colegio. Se abrió la puerta de la cocina y Carmen ya estaba lista, con el mandil puesto, las manos a la espalda, una amable sonrisa en los labios y dispuesta a conocer a Arturito y causarle una buena impresión. Entró un muchacho escuchimizado, con un chándal amplio, la tez pálida y aspecto muy sereno. La miró con ojos curiosos, pero calmado e inalterable. Su gesto no varió ni un poco y continuó igual de inexpresivo, totalmente impasible. Parecía un chiquillo muy tranquilo y algo pequeño para tener doce años