Craco

Feliz año nuevo.

Era una de esas noches de rasca en las que el frío se te pega a los huesos y no te abandona, pero eso no evitó que todo el pueblo se reuniese en la plaza para celebrar conjuntamente el nuevo año. Los jóvenes habían repartido hogueras por los alrededores, donde se arremolinaban los niños y ancianos para calentarse. Recuerdo a mi abuela, sentada en su butaca y bien envuelta en su chal, con las piernas tapadas por una colcha que compartía con sus amigas. Las ancianas reían y charlaban, algunas cosían y la mayoría bebían, como el resto del pueblo.

Mi madre y mi tío bailaban juntos en medio de la plaza, mientras los vecinos les aplaudían y animaban en corrillo a la pareja de hermanos.

Era bonito ver a mi madre divertirse así, como ya no solía hacerlo desde la muerte de mi padre. Además, eran los mejores bailarines del pueblo; al ser mellizos, tenían la misma edad, y para más inri la misma altura y un aspecto muy similar. Los faldones de mi madre se balanceaban con gracia al compás marcado por la guitarra y los cantos de nuestros amigos y familiares, mientras que mi tío se subía constantemente los tirantes, que le resbalaban de los hombros cada pocos pasos, provocando carcajadas en todos los presentes, en mí la primera. Recuerdo también las mantas, las hamacas que bajaban los vecinos de sus casas y los vasos de vino. Recién sacados de las bodegas subterráneas comunes del pueblo, la última cosecha del año a punto de terminar, chocando entre sí con ese soniquete de cristal tan familiar, su olor añejo y su inconfundible sabor con un toque terroso.

Yo no era muy aficionada a nuestro vino, pero ahora daría lo que fuera por volver a aquel momento hogareño, por volver a ver a mi abuela tejiendo, a mi madre y a mi tío bailando, a los habitantes riendo, moviéndose al ritmo de la música, cantando y hablando entre ellos.

Tres...

Daría lo que fuera por volver a ver a mis vecinos, amigos, familiares, conocidos, calentándose frente a las hogueras.

Dos...

Por ver Craco encendido bajo un cielo de relucientes estrellas aquella primera noche de enero de este año mil novecientos sesenta y tres.

Uno...

Por volver a estar viva.

Feliz año nuevo.

Mi nombre es Pía, tengo diecinueve años y estoy muerta.



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