Escarcha
Los geranios del jardín reflejaban el invierno. Un cielo gris y frío se dibujaba en las grandes hojas. De las flores rojas, tan pobladas en primavera, solo quedaban un par de pétalos mustios. Los geranios llegaban al final de sus días. Las que habían sido unas plantas tan queridas, se inclinaban suavemente, casi de forma imperceptible, con serenidad, resignadas, pues sabían que no llegarían a ver de nuevo el sol estival. Sí, aquel sería el último invierno de los geranios...
Unos ojos azules como el mar del norte, tan brillantes que cualquiera diría que eran dos zafiros, miraban, abiertos de par en par, a través de la ventana. El cristal, empañado por todos los suspiros que la joven había dejado escapar, apenas le permitía ver con claridad los geranios recubiertos de escarcha. La misma escarcha que recubría la semilla de la que nacieron el día que la hundió en la tierra, tantos inviernos atrás.
Unos ojos azules como el mar del norte, tan brillantes que cualquiera diría que eran dos zafiros, miraban, abiertos de par en par, a través de la ventana. El cristal, empañado por todos los suspiros que la joven había dejado escapar, apenas le permitía ver con claridad los geranios recubiertos de escarcha. La misma escarcha que recubría la semilla de la que nacieron el día que la hundió en la tierra, tantos inviernos atrás.
Había pasado hacía mucho tiempo. Le dolía recordarlo. Cada momento, cada detalle, cualquier cosa. Le dolía, sí, pero lo que le venía a la memoria, a su vez, era tan bonito... en aquellos tiempos atesoró los momentos más felices de su vida, aunque también los de mayor tormento.
Para bien o para mal, nunca lo olvidaría. Nunca. Y sin importar cuánta nieve cayese, cuánto frío pasase o cuánta escarcha congelase lentamente su corazón. Ella seguiría esperando hasta el fin de sus tiempos: por él.
Aunque ese fin estuviera ya muy cerca.
Muy triste, pero muy bueno. o(╥﹏╥)o
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