Morse


Desde pequeña, siempre me ha gustado guardar secretos.

Buscaba escondites imposibles e inventaba complejos códigos para ocultar mis secretos en cientos de notitas repartidas por todos los recovecos imaginables de la casa. Muchas de las notas terminaban por aparecer: algunas, tan pronto como mi madre abría algún cajón o barría debajo de las mesas; otras me sorprendían años después, acurrucadas en algún bolsillo u olvidadas en el fondo polvoriento del armario. A veces me pregunto cuántos secretos seguirán a salvo en sus refugios. ¿Cuántos se habrán perdido para siempre, devorados por las polillas, o por el aspirador? ¿Arrastrará el plumero algún trozo de papel al limpiar la balda más alta de una estantería? ¿Entre las páginas de qué libro se camufla una diminuta tarjetita doblada?

Cuando fui un poco más mayor, adquirí la costumbre de escribir mis secretos en morse. Supongo que porque me parecía un código poco transparente, pero al mismo tiempo fácil de aprender y de recordar. Ahora, que soy un poco más mayor que cuando era un poco más mayor, lo que más me gusta es ver el patrón uniforme pero imprevisible de las líneas, y los puntos, y las barras, que se extiende, en ocasiones, a lo largo de toda una página. Es esa cadencia, y no el contenido que se esconde detrás, lo que me parece fascinante. Es la idea de dibujar un mensaje velado, más que el secreto en sí, lo que me invita a seguir haciéndolo. Tal vez se deba a que aún no he encontrado un buen mensaje que merezca ser escondido.

Garabatear en morse en los márgenes de mi cuaderno o abandonar cortos pasajes cifrados en cualquier lugar público puede ser un juego adorable e inocente —a la par que solitario y efímero, pues termina en el momento de la creación del texto, cuyas palabras tienen sentido y valor exclusivamente para mí misma— que, por alguna razón, no encuentro tan aburrido o inane como probablemente debería.

Sin embargo, si me paro a pensarlo detenidamente, tampoco es el modo más inteligente de esconder mis secretos. Y no sólo porque sea un código sencillo y relativamente fácil de identificar, sino también (¡sobre todo!) porque ¿qué puede avivar más el deseo de descifrar un mensaje en clave que la clave en sí? ¿Qué sentido tiene esconder un secreto que dice a voces que es un secreto?



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